El Espinal y la nostalgia de un pueblo

El Espinal y la nostalgia de un pueblo
 
Dice un viejo adagio muy popular que "Todo tiempo pasado fue mejor", pero aún así pudiera ser lo contrario. O sea que puede ser bueno o malo dependiendo desde el punto de vista del que lo dice, o de los que lo viven. Con cierta nostalgia recuerdo a "El Espinal" cuando de joven iba los fines de semana  a la casa de un amigo, y cuya familia era la anfitriona de los que nos deparaba nuestra estadía. Ibamos de cacería a los cultivos de arroz que tenía su papá precisamente adonde hoy esas tierras ahora son parte de casas y calles que han sido construidas en todos estos años, que incluso hoy son irreconocibles porque ya  son parte de una ciudad en crecimiento que todavía respira ese estilo de vida campesina que con su atractivo hace que muchos turistas lleguen de paso a saborear la famosa lechona, los tamales y demás viandas de las costumbres del Tolima Grande. Y claro que también la frecuentaba por unas reuniones que unos jóvenes de un colegio las impulsaban, pero como tenían su carácter secreto por ser una población muy clerical y por que sus gentes veían de mal gusto ese tipo de reuniones donde se hablaba de política, las teníamos que hacer en medio de dichas llanuras cultivadas debajo de un árbol, o al lado de uno de los riegos de agua que la hicieron famosa por los cultivos del arroz , el algodón o el sorgo, aduciendo que íbamos de cacería adonde algunos llegaban en sus bicicletas o en los carros prestados por sus mismo padres. 

Todavía en la gran mayoría de las casas antiguas de esta población se respira ese ambiente que digo, y que seguramente la hacen atractiva para los que nunca han estado en una población que vive de la nostalgia del pasado, pero que ya la urbe ha logrado la cimentación de nuevos edificios con urbanizaciones que han venido creciendo, y que se nos parecen a ese sueño antiguo del hombre que quiere que las ciudades sean un espacio más de la naturaleza, y no que se vea truncada por todo lo representa el urbanismo de las grandes ciudades que terminan por hacernos hombres que vivimos en las grandes moles de cemento adonde la individualidad es la que prima. 

Se nota el atractivo de sus gentes que hacen gala de su sinceridad para con el forastero que llega, y así como en Ibagué y otras ciudades en crecimiento del Tolima y de Colombia, ya se siente que uno está en un pueblo amigable, que incluso le informan dónde no puede aventurarse a andar porque como en todas partes siempre hay el peligro para el que no conoce una ciudad. Incluso reconoce que tienen razón cuando alguien pasa en una bicicleta e intenta rapar el celular. Pero sin embargo, en esas brumas de misterios de los peligros callejeros a que todos estamos expuestos, uno puede entrar tranquilo a algunos sitios que cualquiera puede considerar como extraños,  pero el trato de su gente le hacen olvidar del peligro, y se da cuenta que se entretienen con los juegos de naipe o de dominó en una plaza que todavía no ha perdido el entretenimiento taciturno de sus gentes alrededor de un tinto o de unas apuestas en medio de una vida social antigua de los labradores del campo, o de los pescadores que llegan a darse un descanso entre el sudor por el calor y el largo descanso de una siesta en que el pueblo parece vacío en sus calles, mientras unos pocos se entretienen, y sacan sus sillas a las calles en sus aceras donde reverdecen los arboles para amortiguar el calor, y se les puede ver también jugando al parqués, o simplemente están ahí disfrutando del tiempo, como si estuvieran viviendo lo que antes hicieron sus padres. Así uno pudiera afirmar que todo tiempo pasado fue mejor. Pero ahora hay más gentes de otros sitios del país con culturas diferentes y parecidas a su vez, que han llegado a convivir y a hacer sus comercios, o a disfrutar de la estancia y la vida en una ciudad donde todavía se respira ese olor de pueblo que lentamente se está entreverando con todo lo que representa una ciudad que trae consigo otras costumbres, en donde la vida agitada no da respiro, y el tiempo no es el mismo tiempo. El Espinal se nos parece a eso: "Una ciudad que todavía tiene la nostalgia de un pueblo", aunque muchos digan lo contrario. 
  
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