Calles bravas

Confieso que no sabría explicar lo que pienso. Es un decir. Así son las calles bravas. Recién salido de un hospital, y en condiciones pauperrimas para andar por estas calles. Iba por ahí desentendido cruzando una avenida, cuando me sale un joven de esos que andan por ellas, y como si me conociera:

-Hey viejo. ¿Qué es lo que tiene ahí?

Da la vuelta e intenta meter la mano en el bolsillo de la camisa, a lo que trato de evitar, y entoces  me dice:

-Régaleme 200 pesitos cucho. 

- No llevo nada, le digo.

Me mira y entre sonriente, aquel muchacho me quiere aguar la salida que hice a la calle a hacer una diligencia. Es joven y amonado, y de ojos carmelitos. 

-Cuidando la platica, no. ¿Lleva la platica ahí, no?  

-No. Le contesto.

Debo de decir que era una tarde hermosa, como para ir a un cine o a festejar, y como en el caso mío para dar una vuelta contento, tratando de alegrarme el día, y este se aparece a aguarme el rato. Como dije.

-Sabe qué, viejo.

-Déme $2.000 y listo.

Vuelvo, y le digo:

-No tengo nada.

Y así cruzamos la avenida, mientras iba pensando en cómo desenrredarme de aquel personaje que se esá tornando en sieniestro.

-$2.000 repite, insistente.

Su cara me es conocida, y sin embargo trato de seguir el camino.

-¿Y qué tal si lo robo, y le quito lo que lleva.

Yo que no podía casi ni hablar, y este pícaro dañándole a uno el día.

-Si. Claro le digo. Hágalo.

Casi no podía hablar, no por la rabia ni por miedo, estaba agitado.

-Cuando lo vuelva a ver, lo voy a robar.

Le dije, ya cansado, de semejante peste al lado: 

-Hágale.

Siguió a pasos largos, mientra otro que anda también por ahí, me dice:

-Qué hubo, paisano.

Yo le contesto, lo mismo y sigo mi camino, mientras sé que aquel fulano iría contento de haberme dañado el rato. O tal vez bravo, pensando que no se pudo llevar nada,  y además porque no tenía nada. Así son los que he conocido de paso por estos lados.

Y son, como si alguien me los enviara a próposito. Y todo esto, en una ciudad tranquila.