Mis días en un hospital 9

 


deautista | sábado, 11 de febrero de 2012 | |

¿Cómo te sentirías escuchando  a ambos al mismo tiempo? El que escucha, y el que está obligado a oír. Eso es una locura. Son enfermos mentales porque a nadie se le ocurre hacer esos trabajos gratis. Que lo haga el Estado, tal como decían en su momento unos amigos que ahora son abogados y que estudiaban en la Universidad Nacional, al fin y al cabo es su obligación protegernos de quienes atentan contra el derecho de expresión confundidos en esos laberintos en los que, fingiendo tener causas justas, lo que en realidad están haciendo es impedir que la educación sea la que corrija a lo largo de los años las desigualdades económicas a las que muchos ciudadanos de países del tercer mundo no tenían derecho. Pero que a través de estos trucos, aprovechando estos recursos tecnológicos, los utilizan para sus fines personales, no puedo entender ¿Qué iban a ganar con ello? Nunca lo he entendido y nunca lo entenderé, porque los villanos están al acecho en masa. Eso es lo que me pasó.

Yo era muy joven, cuando un amigo de Anapo me dio una lista para llevar que era de los simpatizantes que colaboraban económicamente con él, en el año y en el día que Lleras Restrepo nos mandó a dormir muy temprano en casa, porque el Anapista lo amenazaron con solo salir a la calle, y porque según ellos les habían robado las elecciones. Hay que decir que lo había conocido a raíz de la última huelga que hubo en el colegio San Simón, donde precisamente otro amigo (Patas Planas) que hacía el servicio militar en el colegio me dio para guardar un revólver con el cuento de que lo podían tomar en la escuela. No sé si me entienden. Por alguna razón, que podría ser por mi autismo, o porque disfrutaba de la sinceridad que uno mostraba en esos años, o por la inocencia de creer que el mundo y las personas que nos rodeaban eran tan buenos como tú, los acepté. No leí la lista que me dio el amigo, ni la conocida arma duró más de un día bajo mi protección. Al uno, un primo me contaría muchos años después, que había muerto allá en esas tierras donde con el tiempo se fueron imponiendo otras violencias distintas a las que ya teníamos, y que eran precisamente para combatir lo que llamaban izquierda. -a la delincuencia-. El otro nunca más lo volvería a ver después de que nos vimos en una manifestación de solidaridad con Nicaragua, en donde estaba usando emblemas alusivos a ella, y participando, aunque su pensamiento era diferente, porque creo que él estaba más del lado del gobierno, y más bien él Iba posiblemente como comerciante. Y en mi caso justo estaba de paso por la carrera 7a., muy cerca de donde estaba el diario "El Tiempo". No leí la lista que me dio el amigo, ni la conocida arma duró más de un día bajo mi protección. Al uno, un primo me contaría muchos años después, que había muerto allá en esas tierras donde con el tiempo se fueron imponiendo otras violencias distintas a las que ya teníamos. 

Y durante esos años pasaron muchas cosas. Otro amigo, un tal Lozano que había sido invitado a trabajar en Costa Rica por sus familiares; cuando llegó por el trabajo mencionado, inmediatamente se vio envuelto en toda esa parafernalia de la guerra, porque ni sus familiares se presentaron en el aeropuerto, y solo había sido una farsa lo que lo hizo llegar. Así se vio envuelto en una guerra que no era la suya, viéndose obligado a unirse a los famosos contras nicaragüenses. Sería deportado poco después de Panamá, donde gracias a su buena suerte y huyendo por aquellas selvas que nunca había visto, unas personas lo ayudaron a salvarse de morir. Un amigo que era tan amarrado, que cuando invitaba a su familia a tomar algo, siempre nos mostraba un billete grande. Y como en los negocios no lo cambiaron,

Ni uno ni otro los volvería a ver, mientras que este último siempre tuvo la misma sospecha sobre su familia de que tenía algo que ver conmigo, pues era hijo de un abogado que tenía su oficina donde hoy está el centro comercial. Latino”, en la carrera 10 con 11, y que tenían un familiar de un detective del DAS que conocí en Ibagué, y que en una ocasión salió a amenazarme. No sé, si soy autista.


Con el paso de los años, esas historias que comenzaron siendo un niño, que no sabía por qué estaba inmerso en esos mundos que aparentaban ser de la discordia y la policía, mucho más cuando solo los había conocido a través de esos movimientos sociales que se producían. entre gente joven. estudiantes en protestas, pero por simples amistades me fui creyendo que en realidad había una persecución policial, que duraría toda la vida. Y no.Principalmente porque, siendo autista, pasaría la mayor parte de mi vida tratando de sobrevivir a los embates de la situación económica, mientras que los pocos amigos con los que estaba no eran perseguidos ni tenían nada que ver con la política, a excepción de algunos que aunque se hablaba de ello, le parecía que no eran más que las opiniones personales que cualquiera puede tener sobre la sociedad, como ha sido mi caso. Y, sin embargo, yo era el perseguido. En las calles, en los negocios que entré, y aunque estaba estudiando en la universidad, en las calles comencé a sentir el peso de la persecución policial, como si yo fuera realmente su enemigo. De hecho, estaba marcado y todavía lo conservo, por mucho que nos digan que todo fue por el alcohol. Según mis relatos, los amigos con los que he estado en los últimos años no eran más que hijos de detectives y policías, aunque uno los valora porque dan la vida por la defensa de nuestras instituciones, e incluso las de ellos mismos. Y sin embargo, cuando volví a " como si realmente fuera su enemigo. En realidad tenía una cicatriz, y todavía la conservo, por mucho que nos digan que todo fue por el alcohol.  Y sin embargo, cuando regresé a " La Casa Embrujada " parecía ser el enemigo de todos estos vecinos, y también de los rufianes de la calle, y su Sanedrín de gente viva que no eran más que tenderos, de negocios de todo tipo, trabajadores que confundían entre esos colaboradores de la información y de la ley, que grotescamente no eran más que cómplices de quienes intentaron matarme, al punto de sustos y amenazas. Algo parecido a lo que me pasó aquí, después de haber vivido por más de un año en "El Caracolí" en Ibagué, pero donde vivo ahora todavía hay esa grotesca persecución de matones callejeros y vigilantes de carros, que querían hacer de mí su chivo expiatorio. Todavía lo hacen.

-Miserables, les decía el Embrujado.

Así que en medio de esos ataques que estoy relatando, en ese hospital tembloroso pasó lo mismo. Querían hacerme escuchar voces a través de un transmisor que se sujetaba a un dedo, y de un grosor de 1 o 2 cms. Me había despertado como a las 8 de la noche, y supongo que la operación debió durar doce horas, durante las cuales creo que los médicos me pusieron las varillas en la columna, y las ajustaron con parte de un hueso de mi pelvis, para ajustar la vértebra que podía romperse, y que quedó aplastada por el golpe que sufrí en la Bienestar Social del Distrito, cuando intentaba huir de las voces que me molestaban. Solo después de muchos años de tortura psicológica que estas personas infames que he soportado durante muchos años, y gracias a lo que he leído y a las experiencias de otros que han sufrido otras trampas, todavía sobrevivimos.

Cuando llegué a casa de nuevo repito tanto, porque es muy triste saber que tú. has tenido sus enemigos sin saberlo, y que todo por una posible herencia, o porque en este país los ríos turbulentos de los estigmas familiares trastornan tanto a los comerciantes que se mueven entre el crimen y la ley, me permitieron concluir con lo que digo. Cualquiera dirá que estoy loco porque no tengo pruebas.

En aquellos días, en una de esas visitas que me hizo Primorov en el barrio Centenario, para ver cómo me iba con mis dolencias que no eran sólo de la columna sino de cordura, porque estos vecinos intentaban por todos los medios con sus conspiraciones , otra vez para hacerme delirar por la amenaza y la cacería que los malhechores hacían en las calles, me dijo:

-En Girardot le pasó lo mismo a un familiar mío. Se volvió loco, y en silla de ruedas.

Ni siquiera le hice caso porque era entre tonto y...