Estaba
previsto que iría a morir por el atropellamiento de una buseta en plena
calle. Así era la forma como actuaban estos personajes que merodeaban
con sus asesinatos perfectos que creaban zozobras a los que amenazaban.
Merodeaban a donde vivía con el fin de crear la duda como si hubiera un
dinero escondido con el que pagarían sus actuaciones, tanto así que al
salir una vecina salió también al frente suyo como si nada, mientras
otra salía y que recién llegada, las vecinas meticulosas querían que su
señora saliera a rezar por una virgen, pero como había vivido otras
circunstancias parecidas, intuyó que algo le querían dar entender
- ¿Y a qué horas fue eso? Preguntó el comisario Rincón.
- Entre las 2.30 y 3.0 de la tarde. Hora en que casi lo atropella la buseta.
- No es casual que le hayan sucedido tantas cosas en tan poco tiempo, desde que llegó a vivir allí.
- Es un círculo infernal. Arguyó otro.
Era
cierto. Días antes otra de las vecinas la vio cómo miraba por fuera de
las ventanas y supuso que sería por el P. C. personal que estaba
estrenando y que según dijo en asocio con una familiar que lo
guardaría allí para evitar que algún desconocido se lo dañara. Y de eso
no se trataba. Sin embargo la duda le quedo. Una vez que regresó a la
casa y la vio que departía con el vigilante una conversación amena, le
preguntó:
- ¿Para que soy bueno paisanita?
Se trataba de algo más de fondo. Creyó que lo sucedido tenía que ver con lo que estaba publicando.
Aquel
atropellamiento no era casual, y sabia que desde que le sucedieron
varios problemas inventados por algunos vecinos y que habrían actuado
como si fuera un enemigo para estos.
- ¿Y cómo fue el accidente?
-
Vea dijo este. Bajaba por toda la sexta para el Jordán, y aunque nunca
pensé en lo que me iba a suceder, por la 42 donde voltean las busetas y
los carros que toman esa vía y van a dar al barrio Calarcá,
intempestivamente apareció la buseta y no me dio tiempo de esquivarla.
Me pasó a ras del cuerpo, y el conductor frenó en seco y en esos
instantes quité el pie izquierdo porque me vi casi cogido del pie por
las llantas del automotor, y al asentar el otro, perdí el equilibrio y
me caí.
- ¿Qué hace metiéndose a los buses preguntó el chofer bravo?
- No ve que es un anciano, dijo otro que lo ayudó a parar enseguida.
Y lo llevó hasta el andén, mientras el conductor siguió a toda velocidad, sin pensar en lo sucedido.
El peatón que salió a colaborar hizo lo mismo y se subió a otra buseta que iba en sentido contrario como para el centro.
- Y los testigos preguntó el comisario
- Que más que los que iban en la misma buseta, respondió este.
- ¿Y no seria a propósito?
- Todo podía suceder.
Lo
más lógico es que un chófer al dar una curva tan restringida y sin
contar con visibilidad de que alguien este cruzando la calle, debe
manejar sus instintos para no atropellar a otro, y en cambio este salió
de la nada, y debía venir así desde antes a toda velocidad, que al dar
la vuelta se encontró con un peatón desapercibido que cruzaba la calle,
y solo por pocos centímetros no lo tocó, y este ultimo al darse cuenta
que el carro le iba a pisar el pie izquierdo y del cual falla por el
golpe que anteriormente tuvo, al asentar el otro, perdió el equilibrio y
cayó del lado derecho, mientras el chófer se bajó groseramente y le
espetó que porqué se le metía a los carros, y en cambio el peatón iba
tranquilo cruzando la calle. Y mucho más cuando el otro le contesta que
es un anciano y debe tener más cuidado para manejar, y sin preguntar
nada como es en estos casos, sale y se marcha. Y el golpe y las secuelas
que ahora tiene a quién le importa.
-
Un chófer mal intencionado porque sabía que en esos casos, y a las
horas del día en que estaba, pudiera haber gente cruzando la vía.
En
su vida ya había sufrido percances de este tipo pero no tanto para
querer matarlo o asustarlo. Bien pudo ser planeado sobre las mismas
calles. Así lo pensó el comisario Rincón. Y sabía que lo podían hacer.
Había visto casos parecidos por una herencia, en que después de lo
sucedido y quedar con una de sus extremidades mal, fácilmente cualquier
otro aparecía y le daba el toque final. No se trataba de que fuera buena
gente o no. Eran negocios sesgados, y por debajo de cuerda se acudía a
cualquier recurso con el fin de obtener ganancias. Físicos negocios en
donde las mujeres participaban con sus zalamerías a sabiendas que tenían
un muerto entre manos. Aquel accidente pudo ser peor pero era la
continuación de los otros hasta dar el golpe final. Sabía el comisario
Rincón que ya estaban preparando otro, y además había quedado mal
herido.
La
intención que en apariencia era un accidente había sido otro, conjeturó
el comisario, y después de los muchos percances que le habían ocurrido
desde que llegó a vivir en aquel sector en donde solo a él le comenzaron
a pasar cosas como la de aquel accidente con el chófer de aquel
automotor.