El fruto de un encomendero

El fruto de un encomendero.

Ibagué podría ser esto. Así como lo fueron la mayoría de las fundaciones de nuestras ciudades, pues fue la manera como La Real Audiencia Española daría a los colonizadores el derecho a tomar posesión sobre tierras e indios. Y aunque fue una forma de explotación soterrada, ya que los indígenas fueron reconocidos más tarde por la corona española como incapaces, a los cuales tenían que protegerlos, sirvió para que los  pusieran a trabajar bajo su servicio, mientras la iglesia se ocupaba de evangelizarlos, para que así pudieran servir mejor a su rey.
Andrés lópez de Galarza recibiría a cambio, lo mismo que su señora unas encomiendas como pago por sus servicios prestados, y que fue la de construir una ciudad de españoles que fundó en La Villa de San Bonifacio de las Lanzas el 14 de octubre de 1550 en donde hoy queda Cajamarca, para que así pudieran hacer un camino más corto y seguro a Popayán.

Un año más tarde, el 7 de febrero de 1.551 se asentarían  definitivamente en la meseta de una de las estribaciones de la cordillera central a donde hoy queda la plaza de Bolívar, para guarecerse mejor de los ataques de los primitivos pobladores Pijaos que a diferencia de otras tribus indígenas que guerreaban con flechas y arcos, estos lo hacían con lanzas; y quienes además durante casi un siglo seguirían luchando contra el vasallaje que se terminó imponiendo en medio de una institución feudal que casi los aniquila, y que en ese afán de enriquecerse terminarían por implantar la esclavitud con los negros traídos a la fuerza del Africa. 

Así es como se ve ahora la Plaza de Bolívar, con la iglesia de la Catedral y otras construcciones que hoy la rodean.

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