Historias de ciudades maltrechas 3.

 


Hace más de 50 años recién llegado a Bogotá luego de que un mismo amigo me drogara sin darme cuenta, y que solo con los años lo entendí, pues recordando que desperté en medio de un extraño sopor, y con los dientes y boca apretados, y los nervios exaltados, sin entender que había sido drogado y manipulado, y afectado sicológicamente y que aún así, tras hilar los últimos sucesos que durante todo este tiempo he vivido, entendí que los que salieron o fungieron, algunos de esos mal llamados amigos, tenían entre sus manos un mandato, de un enemigo oculto. Era como si tras bambalinas fuese de policía, y de política desde muy niño. Era una forma soterrada de marcar a una persona, con el fin de irlo atormentardo por alguna herencia o rencilla de alguna familia que desconocía, que podría ser por intereses ocultos de algún legado de familia, y los que lo hacían por algún motivo lo querían mantener en ese estado mental, hostigándolo. Hay un viejo proverbio de que al que se pega a un buen árbol, le va a ir bien en su vida; y seguramente a estos también por su colaboración.  Afortunadamente nuestros rencores no son como los de los delincuentes que matan y comen del muerto. Pelagatos, decimos. Lo que no queremos para uno, no lo queremos para los demás. Y sin embargo, esos imaginarios que nos han rondado, son tan maldadosos que se los transmiten a sus hijos, para que desaten más pestes luego que crezcan. Eso no es lo que no queremos para el futuro de nuestras ciudades y las nuevas generaciones, pues somos pasajeros del tiempo y de la vida. Y al decir maltrechas, son esos espíritus de odios y venganzas, para que no sigan incubando imaginarios como los que hemos forjado a través de todos estos años. Hay que decir que íbamos por caminos oscuros y tensos entre las diversiones y los sueños juveniles, cuando otros salieron a quitárnoslos, por esas envidias que corroen a muchos para con el prójimo, sin entender que en algún momento lo que hagan, se les puede devolver con creces. Ya hemos visto a muchos, y no es el deseo de desearles el mismo mal, por que sabemos que eso es lo que más nos perjudica.  Pero eso no quiere decir que no contemos sus travesuras. El amigo que digo, y es muy probable que en un medio como el nuestro, que linda entre esos imaginarios que conociendo de donde proviene con el que hace la amistad, y seguramente en ese trabajo de montajes con que se ha caracterizado este país, lo hizo a propósito de otros. 

-Es como quitarle un dulce a un niño, decía un amigo que fue campeón Distrital de Ajedrez en Bogotá, y quien me contó una historia que desconocía.

Como a las mascotas cuando entre varios se les acostumbra a comer en un lugar específico, en apariencia, y la intención sicológica de los que lo hacen o autores intelectuales, es enviar un mensaje sibilino, cuando mediante estratagemas otro le ha enviado otras señales diferentes, al fin y al cabo son nuestras mascotas compañeros de nosotros en este viaje de la vida.

- Ahí viene la víctima, afirma a viva voz, uno de estos.

En Bogotá "Voz de Humo" cada que llegaba, y al ver que pasaba por aquel callejón de su vecindario, y en el que   tuvieron en miras a un personaje durante más de treinta años como si fuera un secuesrado a cuenta de otros,  seguramente por otros de poder con el fin de mantenerlo hostigado y medio loco, porque por debajo de cuerda los autores intelectuales les convenía mantenerlo así, en esa situación, y como si fuese un enemigo público, además de ser el festín permanente en la lengua de estos, le gritaba desde dentro de su casa:
- ¡Está muerto!

Un perro pastor le mordió los testículos, una vez fue secuestrado saliendo de la misma casa, en otra ocasión le arrojaron un carro en plena vía publica para con los años luego de regresar de Venezuela a vivir en la misma casa, se lo colocaran en la entrada de la puerta, y además en más de una ocasión fue robado, en la creencia supuestamente que era adinerado, y según la historia de otro personaje que por esos tiempos apareció, en esos imaginarios que se han formado en estas sociedades, posiblemente era para que no reclamara una herencia. Había que inventarle un enemigo a donde llegara a vivir. Así como lo hacen los cascareros con sus victimas.

Cabe decir que dicho personaje, al igual que el que cuenta esta historia le han pasado situaciones parecidas, como si alguien estuviera pagando, u ofreciendo alguna dadiva a estos imaginarios que pululan y que pelechan en sociedades fracturadas como la nuestra, y que consiguen sus adeptos gratis, lo mismo que hacen los pastores religiosos con sus fieles.
- Billete puro, papá.

En aquel vecindario que digo, los intereses eran el de adquirir casa, y muchos de esos vecinos estaban organizando sus fiestas al lado de vecinos incautos, que desconocían ese tipo de actividades en grupos en donde se han pisoteado a más de uno, con el fin de obtener algún premio. Tal y como Ud. lo puede hacer con un animalito que utiliza, para detrás de eso enviarle algún mensaje, al bobo del cuento para estos. Y claro que hay que favorecer la vida. Lo compartimos. Aquel personaje que digo, tuvo fotos de un loro, un perro y un gato comiendo en el mismo plato.

- Melodramas que florecen a diario, y sobre todo en una ciudad en donde los pensionados abundan, y sus historias las tejen entre unos y otros, y así como en una cadena van apareciendo los vivarachos para vivir de los cuentos de estos.

Siempre echan sus historias de política para justificar, o como en el caso del que estoy hablando, el Campeón Clavijo murió en una encerrona de hermanos que no eran los suyos, o de pronto de viejo, en medio de una discordia con estos por la herencia de la casa de sus padres. Y de acuerdo a la historia que me contó, era hijo de un judío, que a cambio de ser adoptado, sus parientes habían dado dinero para que lo adoptasen en una época en que a muchos judíos se les persiguió. No sé si sea verdad; pero lo hizo en el tiempo que acababa de salir de un hospital con varillas en la columna vertebral, y loco por el delirium tremens, provocado mediante hábiles estratagemas,  en medio de esos montajes isabelinos, que Shakespeare les quedaría en pañales porque conocen mejor a sus víctimas con las nuevas tecnologías, más  los esbirros que consiguen fácilmente en las calles. Y todo en medio de una persecución hostigante, pero el que escribe estas líneas a  cuenta de esos imaginarios que aún muriéndose, siempre están buscando este tipo de víctimas, porque algo van a conseguir, mientras algunos trabajamos para que nos vean, y otros estén pendientes con el fin de enredar. 

Hace algunos años, más de 30 quizá, y luego también hace 20  que regresé al mismo sitio, obligado por las persecuciones que según me cuenta este personaje también le sucedieron, haciendo fila para volver a solicitar la cédula que se extravió, o la extraviaron o robaron sin darse cuenta, otro que también estaba haciendo lo mismo, contó de cómo se había vuelto esta ciudad, en donde decía que todo había cambiado, porque muchas veces cuando querían despojar a alguien de sus bienes, entre todos orquestaban sus complot para hacerse a ellos. Y era como si lo conociera, y supiera su propia historia o parte de ella. Incluso creo que vive muy cerquita, al fin y al cabo es la misma ciudad. Y sin embargo aquel amigo, con el comenzó esta historia, va corroborando más la idea que tiene ahora de este, al repasar por todas las vivencias de amistad y de cercanía en que compartieron y disfrutaron sin entender que muchas cosas que le pasaron, era como si este hubiera sido su amigo a cuenta de otros, y durante más de 50 años, uno de esos simoníacos en los que creyó en su momento. Y a su vez... Bueno, en fin, nunca fue su amigo. Así son las ciudades maltrechas. Es una lástima enterarse de tanta pocilga, en la que antes consideramos como uno de los mejores vivideros de Colombia. Sí así es la nuestra, como serán las que los medios noticiosos afirman de peligrosas. Confiamos en que la futuras generaciones por el mal ejemplo que les hemos dado, no sufran tal y como otros hemos sufrido a cuenta de otros que usan a sus autores intelectuales, mientras por debajo de cuerda algún provecho consiguen. ¿Lo duda? Me está leyendo desde la última vez que regresé a esta ciudad, y supongo que desde mucho antes. Sin embargo, y por que hemos andado por muchos lugares y ciudades, trabajando como artesano; sabemos que a los que cuentan de estas historias, los tratan de locos. No me convencen. Así son los engañabobos con sus pilatunas en ciudades maltrechas, que parecen sanas, pero en realidad tienen otros fines. Esto me recuerda una situación que viví, en una casa que recibí como legado muy cerca del Alfonso López en Bogotá.


Espere le sigo contando sobre estas ciudades maltrechas.