Breve historia del Espinal, la lechona, el tamal y demás viandas autóctonas.

El Espinal en el departamento de Tolima, es una tierra rica en historia y cultura. Fundado el 3 de abril de 1783, este lugar ha sido testigo de la evolución de Colombia desde tiempos precolombinos, cuando era habitado por los Pijaos, una tribu indígena cuyo linaje se remonta a 6000 a.C. Conocido como la capital arrocera del centro del país, también es famoso por su gastronomía, especialmente por los tamales y la lechona, platos típicos de la región. Además, es un centro de fabricación de instrumentos representativos que han dado a Colombia algunas de sus piezas musicales como el Bunde Tolimense, nacido en una esquina de la plaza principal en septiembre de 1914. Este himno oficial del departamento del Tolima es una amalgama de ritmos del Alto Magdalena, que incluye bambuco, guabina, danza, pasillo y joropo. También es conocido por ser el lugar de encuentro de Rodrigo Silva y Álvaro Villalba, cuya colaboración dio origen al famoso dueto con cuatro docenas de discos. Fuera de ser un reflejo de la cultura de Colombia, es un lugar donde la música, la gastronomía y la historia se entrelazan para contar todo sobre un pueblo vibrante y lleno de vida.

En el Espinal, los visitantes pueden sumergirse en la historia a través de varios sitios emblemáticos. La Catedral de Nuestra Señora del Rosario una joya arquitectónica que destaca por su belleza clásica y espiritualidad. El Parque Mitológico, por otro lado, ofrece una experiencia cultural única, con efigies que representan mitos y leyendas colombianos. Para aquellos interesados en la música tradicional, el Monumento a la Tambora rinde homenaje a este instrumento esencial en la música típica del Espinal. El Malecón y Muelle La Caimanera proporcionan un espacio para disfrutar de la naturaleza y la tranquilidad del Río Magdalena. Además, la Casa de la Cultura y el Museo Arqueológico son centros de preservación y difusión del patrimonio cultural y arqueológico de la región.

La Catedral de Nuestra Señora del Rosario en Espinal, Tolima, es un monumento de gran significado histórico y cultural. Su construcción comenzó en 1848 bajo la dirección de Nicolás Guarín, un sacerdote agustino, y se completó cuarenta años más tarde por el sacerdote Pedro Castañeda. Sin embargo, la historia de la catedral está marcada por la adversidad; un terremoto en 1918 dañó gravemente su estructura, lo que requirió una reconstrucción. Desafortunadamente, otro terremoto en 1967 causó su derrumbe. Con el apoyo de la comunidad y la guía de monseñor Jacinto Vásquez, el primer obispo de la Diócesis de El Espinal, la catedral fue restaurada a su antigua gloria. Este proceso de restauración no solo reforzó la estructura física de la catedral, sino que también revitalizó su importancia como un centro de fe y comunidad. En 2010, la catedral fue declarada Monumento Nacional, lo que aseguró recursos gubernamentales para su conservación y mejoramiento, un reconocimiento a su valor arquitectónico y su papel en la historia de la región.

La Catedral de Nuestra Señora del Rosario en Espinal no solo es un monumento de gran valor arquitectónico y religioso, sino que también está envuelta en el misterio de las leyendas locales. Una de las historias más fascinantes es la de "La Campana de Oro", que cuenta que durante la construcción original de la catedral, los habitantes del Espinal donaron oro y joyas para fundir una campana que simbolizaría la devoción y la prosperidad de la comunidad. Sin embargo, la campana fue tan hermosa y sonora que atrajo la codicia de los piratas que navegaban por el Río Magdalena. Según la leyenda, una noche, los piratas intentaron robar la campana, pero una misteriosa tormenta hundió su barco y la campana desapareció en las profundidades del río. Se dice que en noches de luna llena, el tañido de la campana aún puede escucharse resonando desde el fondo del agua, recordando a los lugareños el valor de la unidad y el sacrificio. Esta leyenda, transmitida de generación en generación, no solo habla de la historia de la catedral, sino que también refleja las creencias y el espíritu de la gente de Espinal.

Hasta la fecha, no se han reportado hallazgos concluyentes que confirmen la existencia física de la legendaria Campana de Oro en el Río Magdalena. Las búsquedas y expediciones realizadas para localizarla no han producido evidencia tangible que pueda ser verificada científicamente. La leyenda de la Campana de Oro sigue siendo eso, una leyenda, que forma parte del rico patrimonio cultural e histórico de Espinal y que continúa capturando la imaginación de locales y visitantes por igual. Aunque la historia ha sido transmitida a través de generaciones y se ha convertido en un símbolo de la identidad regional, la realidad es que no hay pruebas materiales que corroboren la narrativa de la campana sumergida.

Espinal, Tolima, es una región rica en mitos y leyendas que forman parte de su patrimonio cultural inmaterial. Una de las leyendas más conocidas es la del Mohán, un ser mítico protector de los ríos y la naturaleza, temido y venerado por los lugareños. Se le describe como un hombre barbado y corpulento, que seduce a las mujeres y las lleva a una cueva llena de tesoros en las profundidades del río Magdalena. Otra narrativa popular es la del Duende, una criatura juguetona que hace travesuras a los habitantes, reflejando lecciones morales y la importancia de comportarse bien. Además, la leyenda de La Llorona, con su lamento nocturno, es una versión local de una historia compartida en toda Latinoamérica, adaptada a las tradiciones y el contexto de Espinal. Estas historias, transmitidas oralmente de generación en generación, no solo entretienen, sino que también enseñan y explican fenómenos naturales  fortalecidos en la identidad de la comunidad.

La leyenda del Mohán, una figura emblemática en la cultura de Espinal, Tolima, se celebra con gran entusiasmo y es parte integral de la identidad local. Cada año, en septiembre, se lleva a cabo el Festival del Río y el Mohán en la Caimanera, un evento que reúne a habitantes y turistas para honrar esta tradición folclórica. Durante el festival, se organizan concursos como el mejor viudo de pescado, un plato típico de la región, y se elige al mejor Mohán, donde los participantes se visten y actúan como este mítico protector de los ríos. Además, se realiza el reinado departamental, que celebra la belleza y la cultura de Tolima. El Parque Mitológico de El Espinal también ofrece un espacio donde la atmósfera de la leyenda cobra vida, manteniendo viva la tradición y el folclore con un sentido especial de pertenencia.

El plato típico por excelencia es la lechona, un manjar con la esencia de la gastronomía regional que consiste en un cerdo entero deshuesado y relleno con una mezcla de arroz, arvejas verdes, carne de cerdo desmenuzada y condimentos, cocido lentamente en un horno de barro hasta alcanzar una textura perfecta. La piel del cerdo se torna crujiente, mientras que el interior se mantiene jugoso y lleno de sabor, creando un contraste irresistible al paladar. Además de la lechona, los tamales tolimenses son también muy representativos de la región y preparados con masa de maíz rellena de carne, pollo, huevo y vegetales, envueltos en hojas de plátano y cocidos al vapor, consiguiendo con esto una comida tradicional que se disfruta en festividades y reuniones familiares. Otros platos como el insulso, una especie de tamal dulce hecho con maíz, leche y panela, y las achiras, galletas crujientes hechas con harina de achira, son igualmente parte del repertorio culinario que define la identidad de Espinal.

Los tamales tolimenses son un plato que refleja la rica historia y diversidad cultural de Colombia, con raíces que se extienden hasta las tradiciones de las tribus indígenas Pijaos que habitaban esta región. Alimento básico, que originalmente consistía en masa de maíz y rellenos variados, era apreciado por su facilidad de transporte y su versatilidad culinaria, lo que lo hacía ideal para largas jornadas y viajes. Con la llegada de los españoles y el proceso de colonización, el tamal comenzó a incorporar nuevos ingredientes como el cerdo y el pollo, reflejando la fusión de las culturas y la resistencia de las tradiciones locales. A lo largo del tiempo, el tamal tolimense se ha mantenido como un símbolo de la identidad regional, preservando su esencia a través de la transmisión de recetas de generación en generación. Este plato, que se caracteriza por su tamaño generoso y la combinación de sabores que ofrece su relleno de carnes, arroz, vegetales y especias, envueltos en hojas de plátano, se ha convertido en un elemento indispensable en las celebraciones y reuniones familiares, así como en la oferta gastronómica diaria de la región.

Para preparar tamales tolimenses en casa, se requiere de paciencia y atención a los detalles, ya que es un proceso que implica varios pasos. Primero, se debe preparar un guiso con carne de cerdo, pollo y tocino, que se marina en una mezcla de cebolla, ajo, comino y colorante natural como achiote. Luego, se cocina el arroz con un poco de este guiso para que absorba los sabores. Por otro lado, se prepara la masa de maíz, que debe quedar maleable pero firme. Las hojas de plátano se limpian y se pasan por fuego para hacerlas más flexibles y resistentes al momento de envolver los tamales.

El relleno de los tamales incluye el arroz, la carne y verduras como zanahoria, arvejas y papas. Se coloca una porción de masa sobre la hoja, seguida del arroz y el guiso, y se añaden las verduras y un trozo de huevo duro. Luego, se envuelve cuidadosamente, asegurando que el relleno quede bien cubierto por la masa y la hoja. Los tamales se atan con cuerda y se cocinan al vapor durante varias horas hasta que la masa esté cocida y los sabores se haya bn integrado completamente.

Es importante mantener una temperatura constante y suficiente agua durante la cocción para que los tamales se cocinen de manera uniforme. Una vez listos, se dejan reposar antes de servir para que los sabores se asienten. Servir los tamales tolimenses es un acto de compartir una tradición culinaria que ha pasado de generación en generación, ofreciendo un sabor único que representa la riqueza de la cocina colombiana.

Existe también una variante vegetariana de los tamales tolimenses que es igualmente deliciosa y respetuosa con las preferencias alimenticias de quienes no consumen carne. Esta versión utiliza ingredientes como arroz, garbanzos, zanahorias, papas y arvejas, que se mezclan con un guiso condimentado para crear un relleno rico y satisfactorio. La masa de maíz se prepara de la misma manera tradicional, pero en lugar de carnes, se incorporan las legumbres y vegetales. Las hojas de plátano, que son esenciales para darle al tamal su forma característica y contribuir al sabor durante la cocción al vapor, se utilizan también en esta versión vegetariana. Para aquellos que incluyen huevo en su dieta, se pueden añadir rebanadas de huevo duro al relleno. Este plato representa una alternativa maravillosa que mantiene la esencia de la cocina tolimense, permitiendo que más personas puedan disfrutar de esta tradición culinaria.

Para lograr una masa de maíz perfecta para tamales, es fundamental seguir una serie de pasos y consejos que aseguren la textura y sabor deseados. El proceso comienza seleccionando una harina de maíz de alta calidad, preferiblemente nixtamalizada, que es la base tradicional para la masa de tamales. La nixtamalización es un proceso precolombino que mejora la disponibilidad de nutrientes en el maíz y le da a la masa su textura característica. Una vez que se tiene la harina adecuada, se debe mezclar con manteca, que puede ser de cerdo o vegetal, dependiendo de las preferencias dietéticas. La manteca debe estar a temperatura ambiente para facilitar la mezcla y contribuir a una masa más aireada y esponjosa.

El siguiente paso es hidratar la masa con un caldo, que puede ser de pollo, res o incluso vegetal, para añadir sabor y la consistencia adecuada. Es importante agregar el líquido poco a poco y amasar continuamente para evitar grumos y lograr una masa homogénea. Algunas recetas sugieren añadir un poco de polvo para hornear para darle más esponjosidad a la masa. Un truco para saber si la masa ha alcanzado la consistencia ideal es formar una pequeña bola y dejarla caer en agua; si flota, la masa está lista para ser usada. La masa debe reposar para que los ingredientes se integren bien y desarrollen el sabor. Durante este tiempo, se pueden preparar las hojas de maíz o plátano, que deben ser suavizadas en agua caliente para que sean flexibles y fáciles de manejar al envolver los tamales. Luego, se coloca una porción de masa sobre la hoja, se añade el relleno deseado, que puede variar desde carnes y verduras hasta opciones vegetarianas, y se envuelve cuidadosamente, asegurándose de sellar bien los extremos.

Finalmente, los tamales se cocinan al vapor durante un tiempo que puede variar según el tamaño y la cantidad, pero generalmente es de alrededor de una hora y media a dos horas. Es crucial sostenr un nivel constante de agua en la vaporera y evitar que el agua toque los tamales, lo que podría resultar en una masa húmeda y sin cocer adecuadamente. Una vez cocidos, se recomienda dejar reposar los tamales antes de servir para que los sabores se asienten y la masa alcance la textura perfecta.
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