Historias de Ibagué



Este parque me recuerda muchas cosas, porque hubo un personaje que nació por la tercera en los años en que todavía estaba la estación del Ferrocarril, precisamente adonde está el Terminal del Transporte, y de donde seguramente un amigo que lo fue por casi toda la vida del que digo, lo sabía, debido a que en una noche en que juntos iban desde el barrio las Ferias para la doce con tercera, a jugar un partido de billar con otros jóvenes estudiantes de esa época, y en la que nos entreteníamos, y mucho antes que hubiése cogido la aficción por el ajedrez, y en el año en que acababa de entrar a estudiar al colegio de San Simón del cual hay otro personaje que cada rato me cuenta sus historias, y que transcribo como si fuesen suyas. Y solo lo supe hasta hace pocos años, cuando se puso a revisar el Registro Civil que muchas veces solicitó en su  vida, y basado en las experiencias que cualquiera puede tener en la vida. Nunca se había fijado en esto, pero al ir a Bogotá a tramitar el pago de un dinero al que tenía derecho por cuenta del Estado, le exigían dicho documento, y así cayó en cuenta. Así como otros, saben más de alguien, que lo que uno mismo sabe de sí mismo. Un buen día, apareció en la casa adonde vivía como si lo conociese de toda una vida, e hijo de una educadora, y del que curiosamente, este nunca lo había visto. Cuando Ud. está niño, tal vez no entienda de estas cosas, de la precaución de tener amistades, y menos en estos tiempos en que hemos cambiado de mentalidades, porque ha influido en el desarrollo de la humaniad en general, ya que los jovenes llegados a los 15 o a los 18 y más,  seguían siendo niños. Ahora, con los adelantos de la tecnología y el avance del imaginario social debido a las transformaciones de la misma sociedad con el progreso de la ciencia y la tecnología, la juventud de hoy no es lo mismo de la de hace unas pocas décadas, como lo dice la vox populis, de que nuestros jovenes maduran biches. Y si además, es un poco retraido, porque siempre se ha criado entre familia, o  leyendo sus revistas y libros en solitario para entretenerse, por los años en que hasta hacía poco se estaba forjando la televisión, y la radio que eran los influenciadores y entretenedores de esos tiempos. No sé, si se acuerden de las emisoras locales, que lograban reunir a todas las familias en sus casas para oir las noticias y su comentarios, las novelas del momento, o la de la comedia de un chino, no chino que hacía sus investigaciones con sus personajes, mediante un lenguaje a lo chino en español. O la de una emisora, y creo que  la Voz del Nevado,que nos entretenía con la musica mexicana, y una o tres emisoras más, pues Ibagué con cara de ciudad, era un pueblo, así como lo sigue siendo por la mentalidad de sus gentes, que sin embargo siguen siendo amables con los que llegan de otras partes, y que muchos consideran, que es uno de los mejores vivideros, a pesar de sus falencias. Sí. Se alcanzaba a recordar que había vivido en ese sector, y que la zona urbana  iba hasta la Pola, y Belén, mientras lo demás era zona rural, y por la quinta yendo  hacia la salida para ir a Bogotá y Armero ninguno de esos barrios que pueblan la ciudad a excepción de unos pocos se fueron convitiendo en lotes de engorde para las urbanizaciones que hoy son parte de lo urbano. El sector era y sigue siendo también parte del centro y el comercio. Algo parecido a lo que sucedió con el barrio Santafé  y el Eduardo Santos de Bogotá, o años antes de lo que fue la Candelaria, y que esta última sigue siendo, en donde las gentes acomodadas, o con buenos recursos de clase media, se instalaban allí, para estar mas cerca del comercio. Hoy no. Irremediablemente las ciudades como los hombres, vamos cambiando a través del tiempo y los años, y los ejes en que las clases sociales van buscando otros sitios, quedan los recuerdos de estos sectores transformados en las grandes urbes, por otros que sean más comodos o más seguros, de acuerdo a su condición económica. No hay que olvidar que sobre esos conceptos de ciudades, creo que fue en Francia en donde se ejecutaron proyectos de avenidas en el centro de la urbe escondiendo fines políticos, para evitar grandes tumultos, con el fin de controlar a las turbas inconformes en las protestas. Muchos de esos sectores han sido parte del conservacionismo histórico para las futuras generaciones, y en otras, se tumban con fines comerciales, tal y como sucedió en buena parte del centro de Bogotá lo mismo que ha sucedido en Ibagué.  Hay sectores que continúan así, en condiciones deprimentes, y de pobreza, cuando en otros tiempos fueron el centro de la actividad comercial, y la movilidad turística. 

Hasta donde recuerdo era un hervidero de gentes en que la gran mayoría de estas aprovechaban los domingos para ir a comer las mantecadas y las achiras, los tamales y demás productos que los campesinos llevaban, igual que hacían estos en los pequeños pueblos, en donde estos parques también servían de plazas de mercados, en medio de todo  un romerío de comerciantes de telas, ollas, utensilios de cocina, y otro tipo de mercancías, y en donde muy seguramente hubo muchos que lograron sus sueños, como el de de un vendedor de helados, que con el tiempo nunca lo volveria a ver, solo hasta los 16 años. El amigo pues, del que digo, sabía parte de esta historia, y seguramente otros también, y creo que era del Guamo, al fin y al cabo, todavía  está la casona de la que me contó el personaje que digo, que queda llegando casi a la esquina de la 18 en la que hasta donde recuerdo, en la misma calle hubo un colegio o algo parecido, adonde hubo una cacharrería, y cuyo dueño iba a surtir su mercadería a la once en San Victorino de Bogotá, y a quien durante varios años se saludaban, porque en más de una ocasión lo atendió cada que iba a surtir su negocio al por mayor, y quien también vendía de la misma manera en los pueblos cercanos.

- Tenga cuidado, dijo. Escóndase detrás de aquel árbol, que yo me hago por este lado, y muy cerca del parque, que yo le digo, sí puede pasar. Le dijo el amigo.

Era una especie de teatro el que estaba haciendo con el personaje que me contó esta historia, y del que creo este conoció años después, cuando fue a ver un amigo para que le hiciera un préstamo, y juntos resultaron en unas mazmorras de las autoridades secretas de la Bogotá de ese entonces, como si este fuese un enemigo público, y de acuerdo al investigador que lo interrogó, y a sabiendas que sabía donde trabajaba, sin saber por qué, allí supo de estos actores que farandulean con sus espectáculos, y engrupen a muchos para hacerles creer sus historias malsanas. Son los dobles perfectos. Los Mata Hari de nuestro tiempo, o lo que hizo Richard Sorge en el Japón, que cambió el triunfo de los soviéticos en La Segunda  Guerra Mundial. Con los años se va aprendiendo de esos teatros que nuestros imaginarios llaman isabelinos debido a la influencia  en que Shakespeare hacía sus obras, y de otros a nombre suyo, pues por allí  pasó imnumerables veces solo, y tarde de las noches, o las madrugadas, y nunca le pasó nada, y porque si le hubiera sucedido algo, fue por cuenta de otros, y menos porque el que no debía no tenía nada que le robaran, menos le iba a pasar algo. Sus sueños quizás. Y quién no, en estos tiempos de pandemia, en que muchos se inventan sus películas. Claro que muchas veces uno no escoge los amigos, sino estos a uno, porque  a pesar de todo, nuestras gentes en apariencia eran muy sanas, y que los jovenes maduraban más tarde, lo mismo que las mujeres, que dentro del imaginario de ahora, son mas libres que antes. Eso creímos. Y la verdad, a veces pienso que el amigo era una especie de guarda espalda sin saberlo, y en gran parte de la vida, aunque  con los años, uno piensa diferente, por la misma experiencia de la vida, y los recuerdos de lo que le pueda suceder a una persona en el trascurso de los años. La realidad transforma esos imaginarios, incluso a los de hoy en que se transgrede gran parte de la etica en que muchos crecimos y creimos, a pesar de nuestros posibles errores que son muy normales en dichos años, pero que se va entendiendo cuando de tanto repetirse, y en los mismos sitios en donde se anduvo de joven, otros se los repiten, de otras maneras, a sabiendas que son los mismos con sus costumbres malsanas y de dobles. 

Era muy común ver a los comerciantes que llegaban a vender sus mercancías, también al por mayor, y a los mismos famliares con los cuales se compartió más tarde con trabajos de ventas durante algunos años, y con intermitencias de tiempo entre unos y otros años, en el transcurso de la vida. Ibagué era apacible a pesar que oíamos hablar de la violencia en los campos, y en aquel sector era muy común, ver las casetas en los folclores cuando Adriano Tribín Piedrahita lo hizo por primera vez, por encargo del gobierno, y en los que siguieron, en donde por lo menos casi todos nos distinguíamos sin ser amigos. Sobre la 19 entre cuarta y quinta, en toda la mitad de la misma avenida también afluía mucha gente por las noches, en la que se podía disfrutar de los vendedores de tinto, aguardiente, de comidas para que los choferes de carros y buses, y demás transeúntes que iban al sector para abordar los buses que los llevaran a otros municipios del Tolima, o de otros Departamentos del país. Ibagué aún así, en apariencia era una fiesta, o por lo menos se podía disfrutar de sus calles y de amigos, tanto que en una ciudad tan pequeña, se fue poblando de gentes provenientes del campo, huyendo de la violencia, que convirtieron a Colombia en un país de ciudades; y en el que los folclores eran más extensos en el tiempo, lo mismo que sentíamos  en el barrio de las Ferias y en toda la ciudad, por el ambiente festivo que se vivía, ya que al fin y al cabo se trataba de revertir el ambiente de la violencia por el imaginario festivo y alegre de nuestras gentes, que durante muchos años entretuvo a  nuestros mayores. En la calle 16 por las noches, se podía ver a nuestros cantantes de dúos, tríos, y orquestas ya organizadas en los negocios nocturnos que se fueron acentuando en la ciudad, para que los contratasen desde diferentes partes de la urbe en crecimiento.

La tercera, que era y sigue siendo la principal vía del centro de Ibagué, dicho sector es muy diferente al que conocimos. Cuando los muchachos salían de un colegio que hubo al lado de la iglesia de San Roque, y se iban a colar en uno de los tranvías del ferrocarril, para que los llevara a las afueras de la ciudad en donde está el S.E.N.A. O iban al parque de Galarza a sacar pescaditos de un estanque que tuvo la alcaldía de esos tiempos, para llevárselos al apartamento del cuarto piso del Edificio Cecilia por la calle 16, para un estanque que hizo con unos ladrillos. O por qué no, por una calle no comercial y aledaña a la quince,  iba a que le prestaran unas revistas por unos cuantos centavos y así poder leer las aricaturas o los de El Santo, que los niños de la época leían sentados en plena acera, y justo en el que hoy existe un pequeño local dedicado a vender ese mismo tipo de productos, o a intercambiar libros en las casetas de la calle 15 entre tercera y cuarta, por otros de segunda, y a cambio de unos cuantos centavos de ganancias para el librero,  detrás de un lote medianamente desocupado, y llegando a la segunda, adonde en los folclores siempre se construía la plaza de toros. Ahora no es así con nuestros imaginarios, cuando algún desconocido se le aparece, tal y como sucedió con el amigo de esos tiempos lejanos, amigablemente. Lo mismo que le sucede con un desconocido que cada que le sucede algo en donde vive, se le aparece un vendedor de calles en tono amenazante, y que como en esta última ocasión, justo en un negocio esquinero, que también conoció desde los años juveniles, y que como si quisiera recordarle que por eso, con el mismo amigo le sucedió otra historia en que vulneraron su siquis, en medio de esos extraños trabajos de sicología y de manipulación y drogado a propósto sin darse cuenta, así como lo hacen los domadores de faunos que los usan como sebos para otros propósitos maniqueos, porque saben como elucubrar las conductas de estos. Lo curioso es que desde ahí seguiríain fraguando obras de teatros tras teatros como si tuviese un enemigo oculto desde siempre. Y por el cual, debió de quedar mal con una deuda baladí, porque tuvo que abandonar la ciudad, y de donde continuarían de por vida por los años de los años con sus trabajos fariseicos, que no son mas que producto de mentalidades mezquinas y seguramente con lavados de cerebros, y muy parecidos a los que pertenecen a sectas fanáticas. Aquel personaje amenazante, se le aparecería varias veces, después de un supuesto intento de atraco, en que un vigilante lo salvó en una noche muy temprana, pero que sin saber, si fuera este por el afán y lo rapido que sucedió, solo sabe que desde ahí lo continuaría amenazándo por la catorse, como si en verdad le hubiesen echado a un loquito, que cada que lo veía, lo amenazaba muy sutil, aunque que de tanto repetirse se parece a un trabajode dobles.  Y no es el único porque ha visto otros que deambulan por las calles y que de joven los distinguió, a los que ve extraviados de sus mentes y vidas, y que según parece, otros los estuviesen abucheando tal y como lo hacen los domadores de faunos, y en tonos amenazantes, en una ciudad que muchos quisieran ver muy diferente. Con esos imaginarios no se puede esperar nada para el futuro de las nuevas generaciones. Lo curioso es que ahora lo haga con frecuencia, en el secctor en donde vive, u otros le den a entender que es por cuenta de estos. Son los mismos imaginarios que le han asediado desde hace más de medio siglo por no decir que de niño. y sin embargo no lo sabía ni había caido en cuenta; solo hasta ahora que atamos cabos respecto de las historias que me transmite este personaje. Conciertos solamente, y como afanados por desquiciar. Esas son las desgracias de los estigmas, porque en menos de un año le han cambiado sus pensamientos con ese arte sutil de enloquecer. Lo bueno del cuento, es que después de haber salido de esas mazmorras y al frente del colegio donde estudiaba en la Gran Colombia, en que unos amigos del papá de origen conservador, y que trabajban en el Congreso, le levantaron el cupo para estudiar allí, el amigo se burlaba porque adonde vivía en el barrio Trinidad, le llego una carta para que estudiara Ingles gratis. El amigo se burlaba porque era a cuenta de una Embajda inexistente, pues al ir a buscar la direción en el centro de Bogotá, nunca la encontraron. En esos tiempos en que era tan dificil, y seguramente costosa para hacer una carta con membretes de una Embajada, para engañar a otro, recién salido de esa mazmorra, y al frente del colegio de donde estudiaba. No hemos cambiado como sociedad. Nuestros imaginarios siguen siendo iguales de enhiestos y malsanos, a lo que seguramente fueron nuestros ancestros en la época de la colonia. Con razón, le salen tantos revisteros amenazantes y de calles asustando a los que tienen en miras, enviados por esos imaginarios que todavía pelechan. Para estos, no ha cambiado el mundo, a pesar de haber llegado el hombre a la luna, y es muy probable que el origen de la vida, provenga de Marte.