Historias de ciudades maltrechas


Las Celestinas de nuestro tiempo.

Los que no conocieron esta ciudad hace años, o porque nacieron hace muy poco, la diferencias son abismales entre las nuevas generaciones respecto de las antiguas, y sin embargo seguimos siendo los mismos como humanos. Se dice que hoy somos menos creyentes en cuanto a supersticiones, religiones, e incluso en política. Las mujeres por ejemplo son más libres, y sin embargo el machismo existe, que incluso estas lo fomentan. La intromisión del Internet en nuestras vidas privadas son comparables como lo fueron la radio y la televisión en su momento. Pero digamos que pudo haber sido un pasado mejor, pero no nos engañemos. Continuamos con las mismas falencias. De pícaros a personas de bien, seguimos siendo lo mismo. Hace más de 50 años, estando muy jóvenes y sin entender esos conceptos tan baladíes para algunos, los malos existían. Y los buenos también. Afortunadamente estos últimos, creo, somos la mayoría, así otros digan lo contrario. Así lo creo, así nos hagan aparecer con sus marcas, lo que no somos, e incluso parecieran que fueran de ley. 

Esas son las falencias que siempre hemos tenido en estas ciudades. Y sin embargo lo que uno vive por las calles no son las mismas que antes vivió. En un vividero como decíamos antes, de lo que han sido muchas de nuestro país, y seguramente lo sigan siendo con algunas excepciones para otros, no se parecen a las de antaño donde las bromas que han sido comunes, nunca se entendía, que uno  estaba siendo amenazado. Desde hace más de veinte a treinta, cuarenta o más años quizá, e incluso muchos más, comenzaron esos tipos de trabajos de amedrentamiento, y seguramente que han existido desde antes, pero que florecen a diario por las circunstancias que vivimos de violencia social y por la mala distribución de la riqueza, y curiosamente se lo hacen al recién llegado a cualquier lugar en donde supuestamente nadie lo conoce a cuenta de estos inquisidores; y a donde vaya hay personajes que están pendientes de lo que hace, o dice; aunque en apariencia todo es normal. Aparecen vendedores y vecinos de barrios, y es ahí donde comienza el teatrín, por no decir del sanedrín que vivió Jesús con los judíos y el imperio romano. En grupo le hacen la encerrona del drama, y como si lo conocieran, sus lenguas las comienzan a mover, y no terminan hasta que no lo desquician, e incluso es muy probable que de susto tras susto logren provocar su muerte de un infarto cardíaco. Yo mismo he vivido esos percances a cuenta de esos brujos mal habidos. Y Ud. se da cuenta porque lo ha visto merodeando por ahí, medio loco. mientras los vivarachos dicen otra cosa. Qué le dieron algo de beber, o que es loco, o vicioso, o cualquier otra cosa que se inventen para achacarle, cuando en realidad lo han estado hostigando a donde vaya, y en donde siempre aparecen esos imaginarios que hemos forjado en estas sociedades de envidias.  En una ciudad tan amable y acogedora, es como si supieran que no se está de visita, sino que llegó obligado por que en otro lado lo intentaron matar, y también en otro país, como si esos personajes dramáticos y muy parecidos a los actores del teatro isabelino que reflejó Shakespeare en sus obras, y en las que a veces terminan siendo vulgares inquisidores, sin contar con los consabidos atracos, contra alguien que no tenía nada, sino  lo único que fabricaba en esa etapa de su vida, que no eran más que fantasías. Sueños, dirán otros. Personajes que se creen dioses, pero como los médicos también se enferman y mueren. Dice un dicho, que en juego largo hay desquite, como los que usan los ajedrecistas con las muchas variantes de las salidas y los enroques del rey para protegerse, y que a una persona le permiten distinguir las diferentes estratagemas que se han utilizado contra esta, y quien no solo fue victima de personajes de malas pulgas, que se parecen a los teatros que utilizan los bandidos para robar, y que otros se aprovechan para hacer sus trabajos de grupo, o mejor dicho, enloquecer. Terapias vulgares, como las de "La Celestina" de Fernando de Rojas. Como si en realidad vivieran de esos tipos de actividades, que de tanto echar sus mentiras terminan creyéndoselas, y muy usados por grupos en boga desgraciadamente, y que fueron de los que se valió en su momento el propagandista de Hitler, Joseph Goebbels, cuando decía:

- "Una mentira mil veces repetida, se convierte en verdad"

Así son estos trabajos de sicología cuando  acechan contra alguna persona en particular, y que incluso hasta en las redes sociales han hecho matar a mas de un ingenuo, mientras sus artífices, o autores intelectuales terminan lavándose las manos a sus costillas. El que escribe lo ha vivido en Facebook que después de casi 10 años de tenerla, la cerró, debido a hechos acaecidos hace poco. O los ve como locos, o con miedo, tal y como le ha pasado a muchas personas que he visto  actuando como zombíes muy al estilo de las creencias de Haití respecto del vudú y las supersticiones traídas del Africa, y mucho más cuando estos personajes de calles hasta se desgarran de sus vestiduras todos drogados, o porque seguramente algunos los han puesto así, para que sean la burla social, o terminen delinquiendo, o muertos. "Humanos, demasiados humanos" diría Nietzsche . Sus oficios son los de estigmatizar a las personas y lavarse las manos, si saben que entre todos lograron sus propósitos malevos. Una sociedad enferma en esos barrios en donde el vecindario y sus vigilancias suspicaces no son más que la estratagema para realizar sus proyectos sicológicos mediante la coacción y el amedrentamiento, mientras en son de burla justifican sus envidias, o los mandatos siniestros que otros hacen por debajo de cuerda. Son los dioses que se burlan a costillas de sus chanzas que en algún momento pueden ser letales para la vida del que han estado acosando con sus bromas de nosotros  no fuimos, mientras sus lenguas y sus chistes las mueven de un lado para otro. Su poder es tanto, que pareciera que todos sus aúlicos estuvieran trabajando por las calles en torno a lo que hace la victima que tienen en miras. Sale de donde vive, y ve cómo desde un carro esta haciendo su labor de vigilancia, el conductor que más tarde le grita en otro lugar:

- ¡Bandido!

 Y además una muchacha desconocida aparentemente, y que va en la parte trasera del carruaje, le repite a gritos lo que está viviendo en la vida real. 

- ¡Ahora sí, estas en la inmunda! Le grita. O algo parecido a este epíteto.

Demasiado informados. Y después, como si oyeran lo que dice, a donde va, ya otro lo está esperando, en donde le dan a entender que sabían, lo que acababa de decir, claro al revisar el celular le han activado el GPS desde que salió. 

- Hoy me peluqueo, habría dicho.

Y entonces cuando ofrece un servicio virtual a la encargada del negocio, al ir a mostrárselo, la página que le sirve de referencia, no aparece como por arte de magia como si también le estuvieran manipulando su teléfono y en que de alguna manera logran activar el bluetooth. Y así es como lo van provocando. Y pasa el mismo carro que antes había dicho, para que lo vea a propósito en medio de esos trabajos sutiles, y de inteligencia. Y entonces en el mismo momento le pasa un valiente que en otro tiempo también hizo lo mismo, y quien lo esperaba justo al frente de un edificio cercano de la gobernación del Tolima adonde tenía que ir a hacer una diligencia, y que como si lo hubiera escuchado, le diera una patadita bravucona, mientras lo hostigaba de palabras. Era como si de su boca al hablar lo que decía, los sapos estuvieran dispuestos a amedrentar, y como si estuvieran trabajando exclusivamente para él, con el fin de crear la zozobra. La página adonde le dice a la peluquera que lo está atendiendo, yo no existe en el buscador de Chrome de Google en su celular, porque el cruak cruak, o vigilantes de turno, entre todos sabían lo que iba a hacer para ofrecer la publicidad que venía haciendo desde hacía muchos años. O como le sucedió en otras ocasiones con un celular que tuvo, que cuando tomaba un vídeo, cuando después lo iba a revisar, no aparecía, como si no lo hubiera tomado, a pesar que sabía que el celular no estaba dañado y que había sido guardado en este. Así son los genios de la tecnología o del Internet mejor dicho, lo mismo que seguramente lo fue la Lámpara de Aladino, en "Las Mil y una Noches". Personajes sin oficios, que por no tenerlos, se inventan los suyos. Así, es como desgracian a cualquier persona, para que sirva de burla de los facinerosos de turno.

Decía, que, lo que fueron nuestras ciudades de remansos de paz y de disfrute, no son lo mismo. De jóvenes íbamos a estudiar por las noches en una oficina de unos amigos, y en medio de esas bromas pesadas, uno de los contertulios llamaba por teléfono para pedir un plato especial de comida con la dirección de la casa que quedaba justo al frente de la ventana, al otro lado de la acera; y que como vivíamos en otra época de este país, el mensajero llegaba con el pedido, mientras en la oscuridad dentro del interior de aquella oficina nos burlábamos por esa broma que no pasaba de ahí; y adonde como es lógico los encargados de cuidar dicha casona, negaban la petición del pedido, que no era más que un suculento manjar. Hoy otros lo hacen de otras formas en donde le avisan que lo van a atracar, y lo atracan en otro lado creando la zozobra, y también ve cómo otros participan de esos entuertos, mediante sus pilatunas con el fin de crear temor del, o de los que están haciendo sus respectivas terapias, y que es algo tan común en ciudades grandes como en Bogotá.  Algo parecido a la historia de una enfermera de hace pocos años que nos contó, cuando por la noche la dueña un restaurante que era su madre, vio cómo unos vecinos del sector del local suyo; mediante las cámaras de vigilancia que están muy extendidas por particulares y de policía para evitar o prevenir las vendimias que se dan con frecuencia debido a esos imaginarios de envidias en que esta sociedad se ha formado, y quien vivió su propia zozobra al ver a algunos vecinos de locales que como extraídos de una ficción, porque se da cuenta que han preparado una especie de teatro en que oran no sabe qué rezos, y van regando con esa agua entre mezclada de yerbas o de maledicencias, por todo el frente del local suyo, mientras con los sahumerios rezan como si estuvieran orando para que dejara aquel negocio en el que le estaba yendo muy bien, y que como es lógico que cuando otro vecino le muestra el vídeo, no quedó contenta hasta vender el negocio y muy contrario a la mentalidad de comerciantes de antaño, que veían muy bien a la competencia porque sabían que el mercado aumentaría con la llegada de más clientes. Y quién no, conociendo que sus mismos vecinos la envidiaban, porque creían que se estaba volviendo millonaria, Con vecinos así, para qué vecinos. Expertos en acechar en grupo, y con unas mentes enfermizas que no se comparan con las bromas de esos tiempos de aquellos estudiantes que soñaban con mundo mejor del que tenían, y que hoy no se compadecen con esos complots que vemos y oímos a diario por los noticieros de la radio y la televisión, y que a los colombianos por culpa de unos pocos, terminamos como bandidos. Nuestras gentes antes no eran así, porque siempre los que han llegado de visita a esta ciudad, se amañan por la hospitalidad que brindan a los turistas, y que hoy se ven empañados por la desconfianza. Desconfiados, porque hemos visto nuestras vidas en peligro a cuenta de esos imaginarios que deambulan lo mismo que los zombíes para hacer sus complots sicológicos y siniestros. Y lo bueno es que todo mundo lo sabe, menos él que lo está viviendo.